Martin Seligman

Prof. Martín Seligman.
Desde finales de 2005, Seligman es director del
Departamento de Psicología de la Universidad de Pensilvania.
·
La
Indefensión aprendida, o
adquirida, es una condición psicológica en la que un sujeto aprende a creer que
está indefenso, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se
encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado, el animal
permanece pasivo frente a una situación displacentera o dañina, incluso cuando
dispone de la posibilidad real de cambiar estas circunstancias.
Seligman exponía a dos perros, encerrados en sendas
jaulas, a descargas eléctricas ocasionales. Uno de los animales tenía la
posibilidad de accionar una palanca con el hocico para detener esa descarga,
mientras el otro animal no tenía medios para hacerlo. El tiempo de la descarga
era igual para ambos, ya que la recibían en el mismo momento, y cuando el
primer perro cortaba la electricidad, el otro también dejaba de recibirla. En cualquier
caso, el efecto psicológico en ambos animales era muy distinto; mientras el primero
mostraba un comportamiento y un ánimo normal, el otro permanecía quieto, lastimoso
y asustado, con lo que la importancia de la sensación de control en el estado
de ánimo parecía demostrada. Incluso cuando la situación cambiaba para el
segundo animal, y ya sí podía controlar las descargas, era incapaz de darse
cuenta y seguía recibiendo descargas sin intentar nada para evitarlo.
La teoría de la
indefensión aprendida ha sido utilizada para explicar el mecanismo de la depresión.
Cuando estamos deprimidos -dirían los defensores de esta relación-, percibimos
que nuestra situación vital es dolorosa, y no distinguimos ninguna solución ni ninguna
posible vía de escape a nuestro alcance; nos sentimos mal y no podemos hacer nada
para cambiarlo.
Para superar la
indefensión aprendida es necesario seguir una serie de pasos:
1. Comprender que se trata de una percepción y no de
una realidad inamovible.
2. Asumir que todo pasa y que cada día es nuevo y
está lleno de posibilidades.
3. Buscar formas creativas de abordar la situación
valorada como amenaza.
4. Apoyarse en personas que tengan otros recursos que
uno no posea.
5. Reevaluar o re conceptualizar la situación en
busca de ángulos positivos.
6. Aceptar, adaptarse y esperar un mejor momento para
actuar, si se considera que realmente nada puede cambiarse aquí y ahora.
7. Centrarse en los recursos, dones y talentos, en
vez de enfocarse en el problema o en sus posibles consecuencias negativas.
La psicología positiva
estudia diversos aspectos del ser humano: emociones positivas como la
felicidad, la alegría o el amor, y fortalezas como el optimismo, la creatividad,
la gratitud, la sabiduría, o la resiliencia.
Estudios recientes han
mostrado, por ejemplo, que la influencia de los ingresos económicos sobre la
felicidad sólo es relevante hasta cubrir las necesidades básicas. A partir de
un determinado nivel, mayores niveles de ingresos parecen no aportar mayores niveles
de felicidad. Por el contrario, la cantidad y calidad de relaciones
interpersonales aparece como el factor que más a menudo aparece asociado a un
mayor nivel de bienestar psicológico percibido. Otros factores como el
optimismo, la autoestima y la gratitud, o rasgos básicos de personalidad como
la extraversión y la estabilidad emocional, también aparecen relacionados con
mayores niveles de felicidad.
El movimiento de la
Psicología Positiva se inscribe dentro de la psicología académica por deseo
expreso de sus fundadores, es decir, sus conocimientos se elaboran y discuten dentro
de las universidades, instituciones de investigación y órganos y eventos
asociados (p. ej., asociaciones y congresos científicos). Esto pretende
garantizar la máxima fiabilidad a los contenidos que se agrupen dentro de la
etiqueta "Psicología positiva".
En pocas palabras, la
Psicología Positiva es la visión complementaria de la psicología tradicional;
es una nueva rama de la psicología, que se ocupa de identificar los factores que
contribuyen al bienestar y la felicidad de las personas. Justamente, dar cuenta
que la felicidad efectivamente no se logra simplemente sacando lo negativo de
nuestras vidas, es uno de los aspectos más novedosos de este enfoque.
No se trata de buscar
una vida de permanente felicidad, ya que además de imposible, debido a que va
contra la naturaleza, terminaríamos siendo seres que no creceríamos ni mejoraríamos
como personas. Se trata por un lado, de potenciar los momentos y situaciones
que nos producen emociones positivas y por el otro, de crecer y aprender de los
que nos provocan dolor, ya que aunque algunos se pueden prevenir y hasta
evitar, hay muchos otros que forman parte de nuestra vida, como por ejemplo la
muerte de seres queridos.
Una de las áreas de la
Psicología Positiva que más atención ha recibido, ha sido el optimismo como una
característica disposicional, es decir, como la tendencia de una persona a
esperar lo mejor, a creer que en el futuro le ocurrirán cosas positivas.
Otra forma de ver el
optimismo es la que plantea Seligman: como estilos explicativos o estilos
atribucionales. Las personas desarrollarían diferentes expectativas sobre el
futuro, dependiendo de cómo hayan aprendido a explicarse los acontecimientos
pasados y estas explicaciones se diferencian respecto a tres dimensiones:
Permanencia (permanente/transitorio),
Ubicuidad (específico/universal) y
Responsabilidad (externa/interna).
De este modo, una
persona optimista interpretará los hechos positivos utilizando una explicación
permanente, universal e interna, por ejemplo, “gané la carrera porque me he
esforzado todos estos meses” a diferencia de un pesimista que podría
decir:”gané porque hoy no vinieron los mejores”, una explicación transitoria,
específica y externa.
Erich Fromm

En su autobiografía, Beyond the
Chains of Illusion (Más Allá de las Cadenas de la Ilusión) Fromm habla de
dos eventos acontecidos en su adolescencia temprana que le condujeron hacia
este camino. El primero tiene que ver con un amigo de la familia: Tendría ella
más o menos como unos 25 años; era hermosa, atractiva y además pintora; la
primera pintora que conocía. Recuerdo haber escuchado que había estado comprometida
pero luego de un tiempo había roto su compromiso; recuerdo que casi siempre
estaba en compañía de su padre viudo. A él le recuerdo como un hombre insípido,
viejo y nada atractivo; algo así (quizás porque mi juicio estaba basado de
alguna manera por los celos). Entonces un día oí la tremenda noticia: su padre
había muerto e inmediatamente después ella se había suicidado, dejando un
testamento que estipulaba que su deseo era ser enterrada al lado de su padre.
Esta noticia sorprendió
al joven Erich, en ese momento con 12 años, y le lanzó a esa pregunta que
muchos de nosotros nos haríamos: “¿por qué?”. Más tarde, encontraría algunas
respuestas (parcialmente, como admitió) en Freud. El segundo evento fue incluso
más fuerte: la Primera Guerra Mundial. A la tierna edad de 14 años, pudo darse cuenta
de hasta dónde podía llegar el nacionalismo. A su alrededor, se repetían los mensajes:
“Nosotros (los alemanes, o mejor los alemanes cristianos) somos grandes; Ellos
(los ingleses y aliados) son mercenarios baratos”. El odio, la “histeria de
guerra”, le asustó, como debía pasar. Por tanto, se encontró nuevamente
queriendo comprender algo irracional (la irracionalidad de las masas) y halló
algunas respuestas, esta vez en los escritos de Karl Marx.
Para finalizar con la
historia de Fromm, recibió su doctorado en Heidelberg en 1922 y empezó su
carrera como psicoterapeuta. Se mudó a los EEUU en 1934 (¡una época bastante
popular para abandonar Alemania!), estableciéndose en la ciudad de Nueva York,
donde conocería muchos de los otros grandes pensadores refugiados unidos allí, incluyendo
a Karen Horney, con quien tuvo un romance. Cerca del final de su carrera, se
mudó a ciudad Méjico para enseñar. Ya había hecho un considerable trabajo de
investigación sobre las relaciones entre la clase económica y los tipos de personalidad
de allí. Murió en Suiza en 1980.
Dos libros son
particularmente importantes para conocer el pensamiento del sabio alemán, el
primero es El miedo a la libertad y
el segundo es El corazón del hombre.
La teoría de Fromm es más bien una combinación de Freud y Marx. Por supuesto,
Freud enfatizó sobre el inconsciente, los impulsos biológicos, la represión y
demás. En otras palabras, Freud postuló que nuestro carácter estaba determinado
por la biología. Por otro lado, Marx consideraba a las personas como
determinados por su sociedad y más especialmente por sus sistemas económicos.
Fromm añadió a estos
dos sistemas deterministas algo bastante extraño a ellos: la idea de libertad. Él animaba a las personas a trascender los determinismos
que Freud y Marx les atribuían. De hecho, Fromm hace de la libertad la
característica central de la naturaleza humana.
Como dice el autor,
existen ejemplos donde el determinismo opera en exclusividad. Un buen ejemplo
sería el determinismo casi puro de la biología animal, al igual que dice Freud,
por lo menos aquellas especies simples. Los animales no están ocupados en su libertad;
sus instintos se hacen cargo de todo. La marmota, por ejemplo, no necesita un cursillo
para decidir que van a ser cuando sean mayores; ¡serán marmotas!
Fromm describe tres
vías a través de las cuales escapamos de la libertad:
·
Autoritarismo. Buscamos evitar la
libertad al fusionarnos con otros, volviéndonos parte de un sistema autoritario
como la sociedad de la Edad Media. Hay dos formas de acercarse a esta postura:
una es someterse al poder de los otros, volviéndose pasivo y complaciente. La
otra es convertirse uno mismo en un autoritario. De cualquiera de las dos
formas, escapamos a una identidad separada. Fromm se refiere a la versión más
extrema de autoritarismo como masoquismo
y sadismo y nos
señala que ambos se sienten compelidos a asumir el rol individualmente, de
manera que aunque el sádico con todo su aparente poder sobre el masoquista, no
es libre de escoger sus acciones.
·
Destructividad. Los autoritarios viven
una dolorosa existencia, en cierto sentido, eliminándose a sí mismos: ¿si no
existe un yo mismo, cómo algo puede hacerme daño? Pero otros responden al dolor
volviéndolo en contra del mundo: si destruyo al mundo, ¿cómo puede hacerme
daño?. Es este escape de la libertad lo que da cuenta de la podredumbre
indiscriminada de la vida (brutalidad, vandalismo, humillación, crimen,
terrorismo…). Fromm añade que si el deseo de destrucción de una persona se ve
bloqueado, entonces puede redirigirlo hacia adentro de sí mismo. La forma más
obvia de auto destructividad es por supuesto, el suicidio. Pero también podemos
incluir aquí muchas enfermedades como la adicción a sustancias, alcoholismo o
incluso la tendencia al placer de entretenimientos pasivos. Él le da una vuelta
de tuerca a la pulsión de muerte de Freud: la auto destructividad es una
destructividad frustrada, no al revés.
·
Conformidad autómata. Los autoritarios se
escapan de su propia persecución a través de una jerarquía autoritaria. Pero
nuestra sociedad enfatiza la igualdad. Hay menos jerarquía en la que esconderse
que lo que parece (aunque muchas personas las mantienen y otras no). Cuando
necesitamos replegarnos, nos refugiamos en nuestra propia cultura de masas.
Cuando me visto en la mañana, ¡hay tantas decisiones que tomar!. Pero solo necesito
ver lo que tienes puesto y mis frustraciones desaparecen. O puedo fijarme en la
TV que, como un horóscopo, me dirá rápida y efectivamente qué hacer. Si me veo como…,
si hablo como…, si pienso como…, si siento como…cualquier otro de mi sociedad,
entonces pasaré inadvertido; desapareceré en medio de la gente y no tendré la necesidad
de plantearme mi libertad o asumir cualquier responsabilidad. Es la contraparte
horizontal del autoritarismo.
La persona
que utiliza la conformidad autómata es como un camaleón social: asume el color
de su ambiente. Ya que se ve como el resto de los demás, ya no tiene que
sentirse solo. Desde luego no estará solo, pero tampoco es él mismo. El
conformista autómata experimenta una división entre sus genuinos sentimientos y
los disfraces que presenta al mundo, muy similar a la línea teórica de Horney.
Escoger la forma en la cual escapamos de la
libertad tiene bastante que ver con el tipo de familia en la que crecemos.
Fromm describe dos tipos de familias no
productivas.
·
Familias
simbióticas. La
simbiosis es la relación estrecha entre dos organismos que no pueden vivir el
uno sin el otro. En una familia simbiótica, algunos miembros de la familia son
“absorbidos” por otros miembros, de manera que no pueden desarrollar completamente
sus personalidades por sí mismos. El ejemplo más obvio es el caso donde los
padres “absorben” al hijo, de forma que la personalidad del chico es
simplemente un reflejo de los deseos de los padres. En muchas sociedades
tradicionales, este es el caso con muchos niños, especialmente de las niñas.
·
Familias
apartadas. De hecho,
su principal característica es su gélida indiferencia e incluso su odio helado.
Aún cuando el estilo familiar de “repliegue” ha estado siempre con nosotros, ha
llegado solo a dominar algunas sociedades en los últimos pocos cientos de años;
esto es, desde que la burguesía ( la clase comerciante) arribó a la escena con
fuerza.
El escape de la
libertad es particularmente obvia aquí: es una conformidad autómata.
Aunque todavía esta
familia está en minoría en el mundo (salvo, por supuesto, en la TV), esta es
una de las principales preocupaciones de Fromm. Parece ser el presagio del
futuro.
¿Qué hace a una familia
buena, sana y productiva?. Fromm sugiere que ésta sería una familia donde los
padres asumen la responsabilidad de enseñar a sus hijos a razonar en una
atmósfera de amor. El crecer en este tipo de familias permite a los niños aprender
a identificar y valorar su libertad y a tomar responsabilidades por sí mismos y
finalmente por la sociedad como un todo.
El
inconsciente social

Fromm cree que nuestro
inconsciente social se entiende mejor cuando examinamos nuestros sistemas
económicos. De hecho, define, e incluso nombra, cinco tipos de personalidad,
las cuales llama orientaciones en términos económicos. Si lo desea, puede aplicarse
un test de personalidad hecho a partir de los adjetivos que Fromm usa para describir
sus orientaciones.
·
La orientación receptiva. Estas son
personas que esperan conseguir lo que necesitan; si no lo consiguen de forma
inmediata, esperan. Creen que todas las cosas buenas y provisiones provienen
del exterior de sí mismos. Este tipo es más común en las poblaciones
campesinas, y también en culturas que tienen abundantes recursos naturales, de
manera que no es necesario trabajar demasiado fuerte para alcanzar el sustento
propio (¡aún cuando la naturaleza pueda repentinamente limitar sus fuentes!).
También es fácil encontrarlo en la escala más inferior de cualquier sociedad:
esclavos, siervos, familias de empleados, trabajadores inmigrantes…todos ellos
están a merced de otros.
Esta
orientación está asociada a familias simbióticas, especialmente donde los niños
son “absorbidos” por sus padres y con la forma masoquista (pasiva) de
autoritarismo. Es similar a la postura oral pasiva de Freud; a la “leaning-getting”
de Adler (acomodada) y a la personalidad conformista de Horney. En su
presentación extrema puede caracterizarse por adjetivos como sumiso y
anhelante. De forma más moderada, se presenta con adjetivos como resignada y
optimista.
·
La orientación explotadora. Estas
personas esperan conseguir lo que desean a través de la explotación de otros.
De hecho, las cosas tienen un valor mayor cuanto sean tomadas de otros: la
dicha es preferiblemente robada, las ideas plagiadas, y el amor se consigue basándose
en coerción. Este tipo es más común en la historia de las aristocracias y en
las clases altas de los imperios coloniales. Piénsese por ejemplo en los
ingleses en la India: su posición estaba basada completamente en su poder para
arrebatar a la población indígena. Alguna de sus características más notables
es la habilidad de mantenerse muy cómodos ¡dando órdenes!. También la podemos
encontrar en los bárbaros pastores y pueblos que se apoyan en la invasión (como
los Vikingos).
La
orientación explotadora está asociada al lado “chupóptero” en la familia
simbiótica y con el estilo masoquista del autoritarismo. Es el oral agresivo de
Freud, el dominante de Adler y los tipos agresivos de Horney. En los extremos,
son sujetos agresivos, seductores y engreídos. Cuando están mezclados con
cualidades más sanas, son asertivos, orgullosos y cautivadores.
·
La orientación acaparadora. Las personas
que acumulan tienden a mantener consigo esas cosas; reprimen. Consideran al
mundo como posesiones y como potenciales posesiones. Incluso los amados son
personas para poseer, mantener o comprar. Fromm, perfilando a Marx, relaciona
este tipo de orientación con la burguesía, la clase media comerciante, así como
los terratenientes ricos y los artistas. Lo asocia particularmente con la ética
laboral protestante y con grupos puritanos tales como los nuestros.
La retención
está asociada a las formas más frías de familias apartadas y con
destructividad. Yo añadiría aquí que existe también una clara relación con el
perfeccionismo. Freud llamaría a este tipo de orientación el tipo anal
retentivo; Adler (hasta cierto punto), le llamaría el tipo evitativo y Horney
(más claramente) el tipo resignado. En su forma pura, significa que eres terco,
tacaño y poco imaginativo. Si perteneces a una forma menos extrema, serías
resolutivo, económico y práctico.
·
La orientación de venta. Esta orientación
espera vender. El éxito es una cuestión de cuán bien puedo venderme; de darme a
conocer. Mi familia, mi trabajo, mi escuela, mis ropas; todo es un anuncio, y
debe estar “perfecto”. Incluso el amor es pensado como una transacción. Solo en
esta orientación se piensa en el contrato matrimonial (estamos de acuerdo en
que tú me darás esto y lo otro y yo te daré aquello y demás). Si uno de
nosotros falla en su acuerdo, el matrimonio se anulará o se evitará (sin malos
sentimientos; incluso ¡podríamos ser muy buenos amigos! De acuerdo con Fromm,
es la orientación de la sociedad industrial moderna. ¡Esta es nuestra
orientación!.
·
La orientación productiva. Existe, no
obstante, una personalidad más sana, a la que Fromm ocasionalmente se refiere
como la persona que no lleva máscara. Esta es la persona que sin evitar su
naturaleza social y biológica, no se aparta nunca de la libertad y la
responsabilidad. Proviene de una familia que ama sin sobresaturar al sujeto;
que prefiere las razones a las reglas y la libertad sobre la conformidad.
La sociedad
que permita un crecimiento de este tipo de personas no existe aún, de acuerdo
con Fromm. Por supuesto, que él tiene una idea de cómo debería ser. Lo llama socialismo
comunitario humanista.
Fromm dice que las
primeras cuatro orientaciones (a las cuales otros llaman neurótica) viven el modo (o modelo) de tenencia. Se
centran en el consumo, en obtener, en poseer…Se definen por lo que tienen.
Fromm dice que el “yo tengo” tiende a convertirse en el “ello me tiene”,
volviéndonos sujetos manejados por nuestras posesiones. Del otro lado, la
orientación productiva vive en el modo
vivencial. Lo que eres está definido por tus acciones en el mundo. Vives
sin máscara, viviendo la vida, relacionándote con los demás, siendo tú mismo. Fromm
siempre estuvo interesado en tratar de comprender a las personas verdaderamente
malévolas de este mundo; no solamente a aquellas que sencillamente eran
estúpidas, estaban mal guiadas o enfermas, sino a aquellas con total conciencia
de maldad en sus actos, fuesen llevados a cabo como fuere: Hitler, Stalin,
Charles Manson, Jim Jones y así sucesivamente; desde los menos hasta los más
brutales. Todas las orientaciones que hemos mencionado, productivas y no
productivas; sea en el modo de tenencia o de ser, tienen una cosa en común:
todas constituyen un esfuerzo para vivir. Igual que Horney, Fromm creía que
incluso el neurótico más miserable por lo menos está intentando adaptarse a la
vida. Son, usando su palabra, biófilos,
amantes de la vida. Pero existe otro tipo de personas que él llama necrófilos (amantes de la
muerte).
Tienen una atracción
pasional de todo lo que es muerte, destrucción, podredumbre, y enfermizo; es la
pasión de transformar todo lo que está vivo en lo no-vivo; de destruir por el
solo hecho de destruir; el interés exclusivo en todo esto es puramente
mecánico. Es la pasión de “destrozar todas las estructuras vivientes”.
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